Hijos de pasiones imprudentes.

Sin gestos ni miradas
se detuvo la vida,
se fueron corriendo
los albores
y dejaron abiertas las heridas
profundas del corazón.

Me helaron las llamas
de la sal y el azufre,
que queman y se apagan,
arrollan caricias,
poco a poco se pudre
nuestra historia en el salón.

Barrera infinita
separó el contacto
de un ángel y alguien más,
aún sin saber quién, arrojó,
cual artefacto,
mis palabras como aberración.

Cruz de cruces
la mía por querer robarte
el mayor de los besos,
ese menor de los pecados,
hijos de Marte,
creadores de agitación.

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