Trajes

Se puso el cielo
el traje de poeta,
susurraba secretos
a voces
bajo velos de recato.
Vaciaba ríos
de lujuriosa tinta
sobre llanuras
sinuosas,
elocuentes.

Acercándose,
pausado,
me mostró estrellas,
universos lejanos;
me hizo mira abajo,
al vacío clamoroso;
me observó pálido,
vislumbró mi verdad
con un soplo del viento;
me sonrió con calma,
incrédulo temeroso,
sabiendo lo que se avecinaba.

Me puse yo
el traje del amor,
gritaba historias
entre dientes
bajo las sábanas de nuestra cama.
Llenaba sin control
de besos apasionados
la espalda de quien amo,
valerosa,
acomodada.

Acercándome,
pausada,
le mostré mis manos,
cuentos callados;
le hice mirar arriba,
a la inmensidad del mundo;
le observé complacida,
mostraba mi alma
con una ola del mar;
le sonreí con calma,
loca enamorada,
sabiendo lo que me jugaba.

Nos pusimos ambos
el traje del otro,
comprendimos asintinedo
lo que se negaba
a quien lucha con dolor.
Nos cogimos
sincerados
de las manos,
ganábamos la guerra,
nuestro corazón.

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