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Mostrando entradas de febrero, 2015

Quema

Cuando vemos asomar al demonio en nuestros ojos, se apagan todas las luces y sólo vemos la que debemos ver. Es como una llama, un gran fuego indómito que te lleva por sus derroteros aunque decidas resistirte. Y te quema si decides salir, si quieres revelarte, si crees que puedes cambiarlo. Cuando uno cree que puede jugar con fuego, se confía y se embelesa, se enamora de sus tonos, se cree elegido para el cometido de cabalgar sobre tinieblas que no conoce. Pero cuando el fuego se cansa y quiere volver a ser el dueño, ya no hay escapatoria.

El rojo a medianoche

Cruzamos el pasillo sin mediar palabra, sólo con una sonrisa que me guiaba al desenfreno o al olvido o a todo a la vez. Susurraba a mi ser canciones prohibidas entre las velas que se alternaban aquí y allá y se estremecían a nuestro paso, sabiendo que el calor esta noche no lo ponían ellas ni el mismisimo diablo, porque ya estabamos nosotros para tentarnos el uno al otro. La luz ténue dibujaba mi fugura en el vaho del agua caliente que ya llenaba la bañera y me llamaba lentamente a sumergirme allí por un tiempo indeterminado. La música jugaba con mis oidos suave, cadente, con un violín que sería poco ritmo pasado el rato, pero nos daba igual. No importaba la gente, ni los matices, ni el pelo alborotado ni el sofocante calor que me envolvía. No importaba ya que me volviera a abrazar por la espalda, me acariciara con manos suaves y cayeran como plomos las mangas de la camisa al suelo impertérrito. No importaba el ansia ni la sangre, ni su mirada que se había tornado en predadora de