Guiones
Pasa a veces, en este teatro que es la vida, que se cambian los papeles de quien tenía el porvenir en los brazos de agua cristalina, y cae por gravedad, por fluidez natural y esperada, crea un estropicio, un desorden megalomagno, y se libra, por un instante, del destino, adivino del azar. Se pierde el guión por un instante, se evapora el telón, se hacen escarcha los deseos y los planes se destrozan al ritmo de la lluvia contra el metal de nuestro tejado, cobre barato cubriéndonos las espaldas; se destrozan las letras y ya no hay párrafo que lo remedie, se ha llevado a los confines del abismo de esperanza el último resquicio. Ya en la oscuridad del camerino destartalado, de la silla rota y el tacón desparejado, repasa el actor sus líneas, ahora extrañas y desconocidas amantes, por ahorrarse la sorpresa de un nuevo revés enrevesado que le lleve al más estrepitoso de los fracasos, de vuelta a la pregunta incesante, al frío de un público indiferente. Un