Entradas

Mostrando entradas de agosto, 2014

Al hombre ocasional

He bebido de los aires de la luna en cada paso de tu vida de tiempo en tiempo. He soñado alma mía de bronce que venías con la respuesta, que no era hielo. He dado a mi dañado escombro un motivo de alegría o una pena sin remedio. He vencido o eso he creído al demonio de mis sueños o de pesadillas en medio. Hemos visto la locura en los ojos del rival o del hermano herido, ansiado de oculto o de sombra o de todo junto, lo querido. Hemos sido amantes en la noche en los sueños del otro y en escaleras de nadie, sin ruido y sin silencio de los corazones ardientes que nuestro cuerpo irradie.

Sesión VIII: Jugar con fuego y la pena del intento

El jugar con fuego te hace fuerte, te alerta, te predispone para lo peor. Y uno juega con fuego porque el corazón se lo pide, porque hay algo que sabemos pendiente y no sabemos si de verdad debería ser así. Pero lo peor del mundo es jugar con fuego en la cabeza, porque uno imagina y se ilusiona, hace castillos de arena con ideas absurdas de un mudo paralelo a la par que se derrumba el que de verdad. Y esas ideas se recrean y se guardan, te esperan durante meses o años buscando el momento para asaltar tu duda, mover tus cimientos y hacerte plantear todas las cosas de tu vida presente, te obligan a tomar decisiones que cambian tu vida para bien o para mal. Cuando jugamos con fuego es por algo, porque algo no va bien o no nos cuadra, porque necesitamos sentir una chispa nueva que nos lleve a las aventuras prometidas que nunca llegaron a producirse. Ojalá el fuego no quemara y jugaramos en él en mundos paralelos sólo por matar a ese maldito bicho llamado curiosidad. Por otro lado, la pen

Sesion VII: La negación de lo inesperado

Uno espera la negación de quien le ha negado antes. Uno espera la negación de quien sospecha. Incluso la espera de quien es receloso del cariño desinteresado. Pero nunca espera la negación de quien más quiere, de quien ha observado como apoyo único e incomparable. Cuando se vuelve ese pilar y se derrumba, te queda un hueco que llena la duda y el pesar y que se antoja incomprensible. Es más, cuando afirman lo absurdamente incierto, empiezas a reconstruir en tu cabeza todo aquello que has hecho intentando comprender el qué causa eso, si eres tú o es él, o la circunstancia o una mera coincidencia. Empiezo a entender que no todo es culpa mia quizás y que hay cosas que por muy bien que lo hagas se tuercen. He empezado a creer también que lo que está para ti...nunca se va. Las coincidencias no existen y cuando vuelven a ti por mucho que pasa, te da que pensar en que quizás todos esos esquemas mentales que uno se hace de cómo será tu vida, de pronto un día la vida cambia de rumbo y es sólo

Sesión VI: La tristeza de uno mismo

Hay días que se levantan torcidos, como hoy. Porque alguien piensa lo que no debe. Porque otro toma por ofensa algo que malinterpretamos. Porque otro más decide pasar de un tema. Y hoy es uno de esos días. Parece que como algo más, aunque el dulce sigue siendo mi temor y por eso sólo lo pruebo y no con demasiado ánimo. El resto de la comida sigue siendo algo que no me interesa ni me apetece, pero que medio soporto a ratos y depende de qué cosas. También he creado un ritual absurdo que parece que en mi subconsciente me salva de ponerme enferma pero que sé que es tan absurdo como mi mismo miedo: media hora después de comer sentada y nada que requiera esfuerzo o dormir hasta dos horas después. A veces estoy agotada y necesito acostarme pero aguanto hasta las dos horas para que "no me pase nada". Y cuanto más lo hago más absurdo me parece y más necesito seguirlo a rajatabla. No ceno más tarde de las 10 por paranoia de que me pase algo. Miro cada cosa que me como con la probabili

Sesión V: Perderse en las páginas de tinta

Hoy, después de una noche menos condicionante pero con sueños sobre examenes de física que no existen, he decidido que me iba a perder en el final de un buen libro para no pensar. Llega este punto en el que uno se harta de no poder frenarse en uno mismo de pensar en algo o de tener el nerviosismo metido en el cuerpo, y es entonces cuando decides que las historias y las desdichas de otros, así como un final inesperado o uno feliz pueden mantenerte alerta pero de lleno sumergido en un mundo que ni siquiera existe en el mundo tangible, sino en el mundo de los sueños, de ahí de donde yo no consigo sacar nada demasiado bueno de mí misma. Así, La Sombra del Viento de Ruiz Zafón ha sido mi refugio y mi cáncer, siendo espejo malicioso aquí y allá sin preocuparse demasiado de si me estaba dando una puñalada trapera, pero claro, es un libro, y si uno supiera lo que le depara la historia antes de empezar, no sería un buen libro. Por eso, similitudes aparte, y más de 550 páginas después, me ha q

Sesión IV: Los problemas de los demás

Cuando uno se dedica a rumiar no sólo los problemas que uno mismo tiene, los que uno se crea y los que le aterra; para repensar también los problemas de la gente que tenemos más cerca, al final ocurre que nos dan ganas de coger a más de uno y decirle muy relajadamente que puede tener muchos años pero que su edad emocional se estancó en los dos años. Hoy ha sido uno de esos días que me habían puesto de los nervios sin ni siquiera abrir los ojos, y si a eso le añadimos que hay alguien con un planning absurdo arremetiendo (el cual ni el mismo creador cumple por tareas añadidas aún más absurdas), mi estado emocional roza lo insoportable además de un precioso resorte añadido a mi pierna derecha que no deja de recordarme los nervios incipientes que no dejan de crecer. Aparte de eso, la comida me sigue resultando algo a lo que tenerle respeto y no me atrevo a comer o a beber demasiado de golpe aún si tengo hambre, y me invade el miedo de volver a caer enferma. Intento comer pero algo en el

Sesión III: Cuando uno se harta de pensar

He estado dos días sin escribir, principalmente porque pasé tan mal rato la última vez que lo hice que no quería volver a experimentar esa sensación. Para qué mentir: empiezo a detestar esta tarea. No le veo la utilidad. ¿Para qué vas a querer pasar una hora al día pensando en preocupaciones que no son tal si llevas bien el día? ¿No es más práctico cortar esos pensamientos en el momento si nos vemos mal y seguir adelante? Sinceramente cada vez que hago esto pienso que es más dañino que beneficioso e intentaré dejar de hacerlo lo antes posible. Pero mientras tengo que empeñarme en ello, he de decir que al menos he empezado a comer normal aunque luego me dé por pensarlo todo y yo sola me ponga nerviosa. Aunque al menos este fin de semana he tenido a mi familia y a la persona que más quiero a mi lado, apoyándome en cada cosa, cuidando de mi, picándome para que comiera o quedándose en vela si tenían que hacerlo para que yo me calmara y dejara de llorar. Y lo cierto es que después de llor

Sesión II: El espíritu de la comida

Hoy voy a dedicar mi hora para las preocupaciones (la cual empieza ya a ser un castigo más que algo bueno) al pavor y pánico que me produce la coida y que se acrecenta con cada minuto que pasa. No puedo comer sin pensar en que tras el último bocado van a volver las nauseas y el mal cuerpo, el estrés que eso me provoca y la necesidad de llorar inmensa que me sobreviene después. Es tal el pánico que aún cuando como poco no puedo pensar en nada más, sólo en el después y en mi pánico a ello, en que me voy a caer gravemente enferma y volveré a una sala de urgencias a algún médico que no sabe lo que tengo, porque no entiende que quiero llorar (a ver si por suerte me vacio de todo lo malo que tengo y de repente vuelvo a ser yo). Esa es la peor sensación de todas, que no me siento yo, no veo a esa persona alegre sino a alguien angustiado y triste que no sabe lo que necesita, pero necesita algo que calme el dolor en el pecho y la sensación de ahogarme en un vaso de agua. A la vez siento la nec

Sesión I: El monstruo

Hoy he comenzado mi terapia para controlar todos los miedos que me atacan desde hace tiempo y he creído que ya que mi forma de expresión son las historias, es la mejor manera (acompañada siempre de una buena música que me haga centrarme en la escritura) de desatar mis monstruos y mis inquietudes, porque supongo que me ayuda mucho más el hablar conmigo misma a través de esto que el intentar escribir en un papel que puedo acabar garabateando como siempre que me pongo nerviosa. No sé donde me ve a  llevar esto y supongo qu eso es lo que me preocupa en un principio, no en exceso, pero si me inquieta. No llego a concebir un yo sin esa parte irritantemente perfeccionista y ansiosa que llevo conociendo desde que tengo memoria, que me angustia, que me aprieta y que se materializa en un monstruo más grande que yo misma pero que duerme en mi pecho (no me preguntes cómo, sólo sé que está ahí). Ese monstruo ahora se está poniendo las botas, porque se alimenta de mi miedo a perderme, de mi miedo