Al hombre ocasional
He bebido de los aires de la luna en cada paso de tu vida de tiempo en tiempo. He soñado alma mía de bronce que venías con la respuesta, que no era hielo. He dado a mi dañado escombro un motivo de alegría o una pena sin remedio. He vencido o eso he creído al demonio de mis sueños o de pesadillas en medio. Hemos visto la locura en los ojos del rival o del hermano herido, ansiado de oculto o de sombra o de todo junto, lo querido. Hemos sido amantes en la noche en los sueños del otro y en escaleras de nadie, sin ruido y sin silencio de los corazones ardientes que nuestro cuerpo irradie.