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Entre tú y yo

Se han venido a interponer entre nosotros y estas ganas locas de querernos, esta agonía por comernos a besos, la nostalgia de pasados fortuítos, las luces de ciudades que nos añoran y un lugar llamado hogar que espera impaciente el regreso de nuestras almas cogidas de la mano. Nos han mirado los relojes de frente, enojados y de mala gana, por malgastar el poco tiempo que nos regalan, por dejar a la tristeza robar protagonismo, ilusión, ganas, caricias en la playa, y acabar en este estúpido lugar entre la soledad y la indiferencia, este lugar al que llamamos amistad. Si tuviera que justificarnos ante ellos, diría que nos pusimos límites, que quisimos acotar la libertad, ponerle barreras al abismo, dejar de lado las inconcreciones y sentir que estábamos haciendo algo por esta estúpida verdad. Si tuviera que explicarle al mundo que da igual cuántos febreros se arruinen pensando que volverás a mi puerta, creyendo que al girar la esquina reflejos de tu sol ilum

Perder lo imperdible

Armemos un estruendo, estrepitosa la lluvia, arrebatadora la luz de tus ojos implorantes, me piden que te ame cuando tu boca prohibe el viento. Tomemos clases de caligrafía, que se escriba tu nombre en negrita y cursiva, que se derrame la tinta pasional, nos tomen por locos al escribir en añil los retazos de esta historia sobría. Venga, di algo, provócame, que se equivoquen los pronósticos, sean erróneas tus medidas predicciones, se lleven los demonios tus silencios, que sientas que mil vidas no son tiempo, que te falten calendarios, enfádate. Explota, vuélvete absurdamente impredecible, que cuantos más otoños, más fríos a tus espaldas, más recaerás en que perdiste aquello que tanto amas.

Verdades a quemarropa

Dime a la cara todo aquello que no te atrevías a escribirme, que me roce los puntales del alma, que me duela al derrumbarse cada una de las creencias que tú mismo contruíste. Dímelo todo sin miramientos, para que se caigan de una vez los velos, que se destapen las mentiras, que se enciendan todas las luces del cementerio, cada una de las velas de este infierno, ácidos baños en cales vivas. Dime, con la poca vergüenza que tienes, otra absurda estupidez que ni tú mismo te creas, que jures bajo Dios sabe qué estrella, que falsees miradas de amor dejando claro otra vez la más perfecta definición de la miel. Dime, sé valiente, da la cara, todo eso tan bien escondido emtre máscaras, que entre como un huracán, que se lleve lo que siento por tí, me destroce los ideales y me achicharre bajo el foco la piel. Dime, aquí y ahora, que esto es una alucinación, que todo es apariencia, una absurda enagenación, creencias hipotéticas en un alarde de autojustificación. Dim

Querer de verdad

Es común, en esto del querer, que se nublen los sentidos, se erice de repente la piel, se queden mudas las estrellas y palpiten, en un millón de noches, las incertidumbres pasajeras, los miedos y el desengaño, enmascaren los sentidos mujeres bellas. Es complicado, pues, encontrar amor, de aquel que mueve montañas, que sacia tempestades y genera océanos, que lleve escrita la palabra infinito y no conozca límites ni murallas, las normas y las leyes, extrañas, volátiles de desconocidos las prohibiciones, reconocido el esfuerzo de todo lo que evito. Es tan simple, a veces, sin querer, sin darse casi cuenta, como un desliz fortuíto, enamorarse de quien esconde entre palabras, la cruda realidad, el mero deseo de la piel, la más pura definición de la incoherencia, un asalto a la más absoluta cobardía, la caja de pandora que espero no abras. Es tan tedioso, extenuante y anodino querer a quien nunca te ha querido, que acabas siendo el producto triste del llanto y e

Floristas vitales

Florece en mi alma una camelia cada vea que vienes a rondar, se posa indecisa entre mis entrañas, se rodea de abominables verdades y nos mira a la cara con sorna, con la victoria en la boca de quien se sabe venenosa y bella. Se marchitan a la par las rosas si decides que mirarme es el modo de jugar, si te arriesgas a pincharte con tus propias espinas de contrariedad, y se retuercen los sentimientos un poco más, se asemejan a cada segundo que pasa a otra locura, a la más absoluta excentricidad. Resurge como el ave fénix el azahar, ante tus ojos anonadados, pide a gritos descolgarse del tren vital, sogas engalanadas de verdes tempestades, y devuelves las miradas con intención fatal, porque, ¡ay si fuera por ti!, no crecería en esta vida ni césped en nuestro jardín.

No te deseo nada

Ojalá, en un alarde de justicia, el destino decida ponerte en tu lugar, te coja por sorpresa, te devuelva al polvo, al nivel del mar. Ojalá algún día lo sepas, que haces daño al pasar, que nadie soporta tus miradas, el frío de los besos gélidos, el eco de tus pasos al caminar. No te deseo nada en especial, es por ello que este poema es lo peor que podrías esperar: ojalá no te pase nada nunca, ojalá tu vida se congele en un instante letal.

Incoherencias varias

Refugiémonos en las calles abarrotadas de la nada, llenas de silencio, inundadas de la más absoluta soledad. Corramos sin demasiada prisa a donde se encuentran los desconocidos, a la luz de las sombras, al abrigo de la tosquedad de esta playa. Hagamos que el tiempo se persone, que no sepa su ritmo, que pierda el compás de las manecillas, que se atragante con las campanas de las doce. Invoquemos a su más odioso enemigo, invitemos a la noche en un descuido, que se ofusque por descontado, que arroje la lógica contra el salón. Sentemos cátedra con esta idiotez, que el poder se quede impotente al mirarnos, que se impacienten las salas de espera, que sea el sprint más lento del mundo. Conferenciemos con ignorancia a los doctores, miles de vademecum en busca de pandemias, que curen esta enfermedad que no existe, que me extirpen el trozo de alma que me queda. Tachemos los festivos del calendario, que sean todos los días de funeral, que sean los laborables los días

Guiones

Pasa a veces, en este teatro que es la vida, que se cambian los papeles de quien tenía el porvenir en los brazos de agua cristalina, y cae por gravedad, por fluidez natural y esperada, crea un estropicio, un desorden megalomagno, y se libra, por un instante, del destino, adivino del azar. Se pierde el guión por un instante, se evapora el telón, se hacen escarcha los deseos y los planes se destrozan al ritmo de la lluvia contra el metal de nuestro tejado, cobre barato cubriéndonos las espaldas; se destrozan las letras y ya no hay párrafo que lo remedie, se ha llevado a los confines del abismo de esperanza el último resquicio. Ya en la oscuridad del camerino destartalado, de la silla rota y el tacón desparejado, repasa el actor sus líneas, ahora extrañas y desconocidas amantes, por ahorrarse la sorpresa de un nuevo revés enrevesado que le lleve al más estrepitoso de los fracasos, de vuelta a la pregunta incesante, al frío de un público indiferente. Un

Meterologías

Buscamos en las nubes una razón de coexistencia, un encuentro fortuito con la verdad más estrepitosa, con la catástrofe natural del huracán que generaba mi falda al cruzarse con tus ojos de tormenta en un pasillo de la vida al azar. Intentamos retener las constelaciones del cielo en verano, encapsuladas en las córneas y avivadas con recuerdos de besos y caricias pasados. Intentamos guardarlas como los tesoros crepusculares de brillo infinito, de incesante belleza, en cofres del marfil de tu piel nívea, en fotografías del agua del mar perturbada. Buscamos en lo inconexo un patrón del azar meteorlógico, una intención más allá de las formas, con la corrección social como bandera, con la certeza absurda de la predicción del sol en tus lunares al caer la tarde se nublaba nuestro letargo, un adiós a la infinitud del tiempo.

El juicio

A veces recurren, como abogados del diablo, mis pensamientos a lo que siento por ti, se plantan ante el juez, que acaba siendo la razón perdida, y emiten improperios contra mi persona, mi sentido de lo correcto y la poca cordura que me queda. Se decanta el proceso hacia lo que parece una condena sin fianzas, llevada a la perpetuidad, una celda oscura sin salida, un sentimiento general de culpabilidad. Levantóse el jurado, decidido a mencionar lo que temía desde el principio, una manera cruel y sin piedad, distrito sin razón y verdad, un homicidio consumado con una puñalada más. A veces, cuando esto pasa, como salidos de la nada, mis sentimientos escapan a tropel por la ventana, se intentan abalanzar sobre ti, que acabas siendo cárcel dulce, y se sienten liberados de toda atadura o máscara, mis mordazas para no quererte, evitar amarte hasta que el mundo muera.

Cuando tú y yo sea nosotros

Cuando tú y yo sea nosotros se pararán las campanas, repicarán las cacerolas en nuestro nombre, indivisible y eterno. Cuando tú y yo sea nosotros no ocurrirán más guerras de bandos absurdos, de golpes por llanuras solitarias, áridas y desamparadas de todo amor. Cuando ese tú pierda el ego, deje de lado la absurda servidumbre, se llene de equivalencias doradas, de besos sinceros a los golpes del piano, sofocados sólo por el crepitar de nuestro fuego, ahogados en las caricias que nos damos. Cuando este yo sin corazas se quede sin argumentos para darle la espalda al corazón, y te devuelva las miradas con la alevosía de un crimen pasional y con la inocencia de los hijos que no tenemos. Cuando nosotros sea el todo, aquello inamovible que nos quema, profundo y sin recovecos, sin esquinas en las que escondernos, sino un páramo verde, la tormenta de tus manos sobre mi espalda, las constelaciones de tus lunares, y las lunas de tus ojos como testigo. Cuando el nosotros sea el todo, nuestra poses

Cosas que pasan

Ha pasado tanto tiempo entre tus luces, las sombras de la calle, lo titiriteros en la puerta esperando limosnas y la curva de tu espalda hasta las cicatrices de tus gemelos. Ha pasado solo un instante desde que te vi pasar, se cerró mi alma intentando a medias no dejarte entrar, error garrafal, fallo estrepitoso contra el sofá. Han pasado lustros, o a mí me lo parecen, desde el adiós que todo lo cura, que todo lo esconde sin saber qué viene detrás, la congoja y el miedo, las lágrimas al borde de ataques de nervios. Han pasado horas, días, semanas o meses, difusos por el velo del tiempo, los aclara el calendario sentencioso, puntualiza instantes congelados, acentúa claroscuros anidados, de felicidad amagos. Ha pasado tan poco y tanto a la vez, desde el roce de tus dedos resonando en mi palidez, que he querido perderme en sueños y recuerdos por si allí te vuelvo a ver.

Guerras de otoño

Se posan, bermejos y vibrantes, los colores del otoño en la piel de los árboles, en las sonrisas de flores marchitas, en los labios de amantes que antaño se besaban al abrigo del verano. Se derrumban, caen descuidados, los pensamientos al suelo, cubierto de hojarasca, del rocio de las mañanas frías, sobre los charcos inmaculados, dejados al olvido del amor temprano. Se juegan a las cartas, un póker sin aliados, la última estocada con forma de pregunta, con respuesta clara y puntiaguda, punto terminante y enlazados, hilo rojo permanente más atemporal, menos mundano.

Ahora

Ahora que se posan en mi memoria tus recuerdos, algo rancios, algo desfasados, sin temor al desengaño. Ahora que son tus ojos de otro parecer extraño, algo forzado, algo quemados, sin atisbo de acuerdos. Ahora que son de hiel las cicatrices que un día te curé, amor desinteresado de las cuatro de la tarde, sin premisas ni sed. Ahora que somos desconocidos, que nos tratamos de usted, se aceleran las horas hacia el olvido absoluto, sin respuestas a aquel porqué. Y ahora que nos sentamos en los filos del porvenir, que nos separa una vida y demasiados números medidos, que nos acongoja la estrella bajo la que juramos amor eterno, que nos silba el viento preguntándonos por la otra mitad. Ahora que te encuentro en el más temible de los silencios, en el completo vacío, en la nada de mi almohada y en las calles solitarias. Ahora que ya no tengo donde buscarte, acaso tropezarnos de nuevo en una bella ciudad de los colores del atardecer. Ahora que se nos fue

Momentaneidad

He creado un momento hipotético, ficticio, sin sentido. Un instante de pena, dolor, causalidad y miedos. Lo he pintado de colores apagados, con base gris, que acarician el alma, apagan la sed. Huele a antaño, a tus perfumes, nuestras sábanas y la orilla del mar. Lo he armado de la nada, sobre las nubes, una conjetura circular, un viaje espacial. Posada en cenizas de días mejores, de pasados brillantes, pulidos, elegantes.

Tanto

Quería todas las sonrisas, y todos los valles, todas las montañas, las lluvias de enero, los soles de julio, todos los ríos de agua fresca, todas las flores de colores vibrantes y bellos. Quería cada una de las sensaciones, de las estaciones, de los besos y las caricias, los sabores a regaliz, a las cenas entre velas, a tus labios de miel, tu piel serena. Quería tanto, tanto que no te lo dije, tanto que debí ponerme el traje, armarme de valor, obviar el miedo y cargar las armas; tanto que pasaba las manos por tu aroma embriagador y me pudo la admiración, las ganas de ti. Quería tanto que se me escapó el momento, mágico y especial, para darte un beso, para empezarte a amar.

Prender

Hemos prendido la llama de lo que no se apaga con un saludo, de lo que no se evapora con un adiós. Hemos prendido a tu ropa una medalla, un emblema que conmemora una batalla sin claro ganador. He prendido en el tiempo de un reloj que ni funciona, ni me interesa, para distraer la vista. He prendido la esperanza de una cuerda, deshilachada y fina, ademejada al miedo de quien camina al patíbulo. He prendido mi cordura del tendedero, al sol de mi patio, lejos de la lluvia de mis pensamientos, esperando a que seque, a que no quede nada, se desvanezca y ya no me importe. Lo único que no he prendido, no lo he cogido, mostrado o dividido, son mis intenciones, para que no las quemes, para que no las prendas, para que no me hieras.

Palacio

Fue una escena de teatro de cuento, en el palacio de un rey perdido entre los escombros de guerras pasadas. Fue una imagen casi tétrica de sangre derramada, de armas destrozadas al choque de las espadas. Siguiente acto, telón solemne, rozó la tarima polvorienta; entró la muerte engalanada entre guadañas,  sesgando las almas, pocas, que rozaban los albores de los días de verano. Sentenciosa y desmedida, ajusticia temores, reparte negativas por la sala de un trono ya desierto, de princesas calladas, de príncipes con temor a la nada, con corona de viento.

Besos

El besarte es el arte de morder tu labio, de trazar una tangente a la comisura de tu boca; de acariciar la línea, entreabierta, de tu vida; de formar en ella un círculo, perfecto y alborotado, que te lleve al éxtasis. El besarte es despertar en las mañanas primaverales, en las madrugadas de nuestro invierno juntos; en los páramos del deseo hacia los albores del placer, en paseos por tu espalda, por tu cuerpo entero, cada recoveco y esquina de tu dorada piel. El besarte es melodía, tímida a través de la gramola que controla, agitada, tu falta de razón; acelerada en los pasos cercanos, me busca, me incita al baile, me insinua lo previsto, en penumbra me tienta a unir lo que no tenia conexión. El besarte es adicción, puro veneno, desasosiego; causa alucinaciones, luz de día, desconcierto y entrega; ganas locas de otra excusa, una escapada a las sombras, un momento atesorado, huir juntos, jugar a perderse en el filo de los labios.

Cantos de guerra

Se ha llevado esta guerra, el hogar y la familia, los enemigos y aliados, el cuadro sobre la ventana y el color de la piel del ser amado. Se ha tomado como suya esta lucha que nos oprime todo encanto de la tierra, cultivos y tempestades, vid y hiedra. Ha rebuscado en las memorias de los que luchan con honor por gobiernos negligentes, memorias coloridas ahora tristes, se han convertido en muertos vivientes. Ha arrasado, ya, la verborrea nuestra sangre, nuestra vida, recuerdos de un adiós lejano en el invierno de aquel fatídico día veintidós.

El verano

Me daría esta vez de bruces contra el verano, pausado y tierno, en abrazos cálidos, en perfumes embriagadores. Me caería, sin remedio, al cobijo de tus ojos de miel centrífuga, al son de una puesta de sol de mis amores. Ya siento el vacío de quien se sabe vencido, una lucha desarmada, ofrecida a tus colores, seducida por tus encantos. Ya noto la brisa, lo pasivo de querer caer, una tormenta se avecina, vuelve el mundo al dolor, me miran con espanto. Grito que estoy loca, que es el corazón mi timón, que siento pena de aquellos que no quisieron morir por amor.

Hacerlo todo

Escribe cada paso, cada ritmo, cada instante. Llena de tinta cada poro de la piel del ser amado. No temas, no huyas. Inquietante. Deja que vuelen las plumas al son del fuego avivado. Ama, quizás, con certeza descomunal, apabuyante. Lánzate al vacío sin salvaguarda, confía en lo pactado. Escribe, pero no escribas nada. Vocaliza las palabras, suave y lento, contra las puertas de tu perdición, de nuestro infierno. Teme, pero no temas nada. Recorre con sigilo los caminos que conectan mis manos, tu sonrisa y nuestros ojos. Ama en esta ciudad, anodina y gris. Busca rincones para encuentros fugitivos de postales imaginarias, de tu locura contigo. Hazlo todo, hazlo deprisa, hazlo despacio. Busca en cada encuentro un motivo de reunión, una absurda compenetración, un beso en una estación. Venías a por consejo, venías por la luz, quizás un destello. La moraleja es, querido amigo, toma el amor de abrigo y haz lo que quieras, pero conmigo.

Volver

Vuelta a lo mismo, de bruces contra el suelo. Un alarde de emoción rompió el pulso de este reloj desacompasado, corroído y viejo, son de mi consuelo. Vuelta a la sangre, purpúrea que todo lo tiñe. Una floritura con intención machacó las facciones de una niña triste, melancólica y sombría, al guión se ciñe. Vuelta a la lluvia, acelerada hacia el vidrio. Un giro con decepción tensó las cuerdas de esta charla anodina, oscura y desmotivada, que cubren los linos. Vuelve al suelo, a la sangre, a la lluvia. Deja que se mezclen, que te rompan, que te ahoguen entre mil pedazos, que en las aguas corran.

Ritmos

He perdido el ritmo. No me culpes a mí. No me mires así. Ha sido el perfume, prendido de tu cuello, que me embriaga, confunde mis sentidos, se llenan de ti.

Retiradas

Retírate a un lugar donde no lluevan inviernos, donde no haya cantos de pájaros coloridos, ni bellas vistas al olvido de tus días. Retírate a los brazos de la fría y oscura soledad, donde no te encuentren las mañanas nubosas, los cantos de sirena, ni las lágrimas del color de las chirivías. Vete lejos, huye de tus realidades, de tus miedos banales, de los colores rosados que tiñen el amor. Vete lejos, no vuelvas la mirada hacia un pasado desaliñado de dudas en los ojos, amargo el fervor. Corre siempre al frente, al son de las campanas de una iglesia que te llora ávida de tu regreso, aún con todo muerto. Corre sin demora, hacia paraderos lejanos, sin nomenclatura que los guarde, ni conocimiento alguno de aquello que es cierto. Retírate, vete, huye, corre, yo no puedo. Sólo recuerda, querido pasajero, que esos pensamientos no son más que miedo.