Entradas

Mostrando entradas de mayo, 2016

Poema IV. Sobre el fuego que no cesa.

¿Qué son en este mundo dos minutos de vacío que no se puedan llenar con un poco de fuego, de gentío? No son las doncellas, ni lo príncipes azules, más que meras sombras en este ambiente de constelaciones en el que mi piel pules. No son tampoco las ganas de algo tórrido, ni los deseos de querernos, los que me impulsan a tu boca de estos pensamientos sórdidos. ¿Qué es este mundo sin tus labios jadeantes, sin tus besos alocados, sin tus manos que me envuelven y se vuelven en mi espalda inquietantes? No es el duende de tus ojos, ni los cruces asesinos, más que meros espectadores de todo esto, nuestro prohibido mundo lleno de inquilinos. No son las luces o las horas las que dictan nuestras ganas de comernos con los ojos y devorarnos con la boca hasta el final de las mañanas.

Poema III. Sobre los besos.

Los versos salen en tropel desde mi alma intensa y desmesurada, a este difuso papel; se sientan prisioneros de tus ojos cautivadores, me llaman a quererte sin tregua ni cuartel, de nuestra pasión herederos. Se acontecen las emociones en este mundo tuyo y mío que nadie controla, del que nadie tiene nociones; toman tus ojos a los míos, y me llevan a lugares lejanos en los que me refugio, nos hacen especiales, nos apartan del gentío. Quisiera decirte que te quiero, y gritar que me da igual, que el tiempo es relativo, que por ti muero; y bailaremos entonces a medianoche, tu cuerpo con el mío, siendo la luna y las estrellas testigo de nuestro bello desvarío, del amor el puro derroche.

Poema II. Sobre los descubrimientos.

Suena en el ambiente la rancia melodía de tu nombre, tal vez espera volver a encontrarte igual que te conocía yo. Sonaba en mi cabeza ese ruido de nosotros que no calla, esos dos bandos, del contigo o sin ti, de mi sangre a cada instante, de tu escarcha y tu actitud. Siento que me quema tu presencia inexistente, en las cosas que quedan tras la lucha sin cuartel. Sentía entre mis dedos algo turbio que no podía ver, ese matiz que no mostrabas, ese fingido interés sobre las cosas más pequeñas, o quizás sobre el mundo al revés.

Poema I. Sobre los miedos a lo desconocido.

Me iba acercando, a cada paso, a cada instante, a un precipicio insalvable, a un abismo sin ti. Salté y caí, sin ayuda o salvaguarda, a un universo en espiral de plena oscuridad y temores ávidos de sangre. Me alejé sin remedio, de esta llama que consume y no deja pie al miedo. Me guardé aquellos juegos, entre las sábanas y las luces del alba blanca. Confundí mi bando, vi que este no era mi sitio, que aquella no era yo. Derrumbé cada obstáculo, para cerrarlo tras de mi, con un muro más sólido, una barrera inquebrantable. Sonaban los violines a lo lejos, de lo que pudimos haber sido, de quienes se miran cómplices. Entendí entonces, ilusa de mi, que no todo estaba perdido, que la distancia todo lo cura, y más si me voy contigo.

Arrecife y miedo

Si te fueras hoy de esta vida en mi cabeza, de esta extraña sensación, querría morir. Buscaría la forma, la sencilla manera, la idea más absurda, para volverte a encontrar. Serías un reto, un bello sueño, una meta personal, un deseo irreal. Serías las bellas rosas, las suaves camelias, las lilas finas, la sombra de un árbol al pasar. Serías todas las cosas, de este mundo al final, de este sueño que no acaba, del cual no quiero despertar.

Tú.

De la tormenta y lo torrencial apareciste tú. De la lluvia y los colores, la miel en tu mirada, y las noches sonrosadas. De los cuentos, de la labia, las historias que no acaban, las canciones que nos maclan. De lo sórdido y lo divino, apareciste tú. De tus manos con las mías, del saber de tus encantos, de un adiós a lo demás. De esperanzas, de pasiones, de las más bellas emociones, de sencillos corazones. Apareciste tú, de la nada y sin saberlo, de cosas que no debo, de sonrisas por las que muero.