Admisión de vista

Hoy le he visto.

No sabía que el amor dulce podía ser amargo veneno.
Me recorrieron los escalofríos, se heló el presente y, por arte de magia, el antes era un ahora que yo ya no quería, que incluso aborrecía desde hace un tiempo.

Me hizo el alma confusa saltar, asomarme con miedo a un cristal que me daba la inmunidad, y le vi alejarse como quien ve marchar al demonio después de que le hayan dado una paliza monumental.

No quise admitir el dolor, leve o punzante, supongo que no lo sabré nunca gracias a los nervios ajenos o a porque no quise darle importancia. No quise admitir lo evidente, ni tampoco el hecho fraccionario y mimético de que me pregunté qué habría pasado, qué sería de mi habiendo sido el pasado distinto.
Acto seguido recordé una tarde que parecía ya lejana cuando en realidad hacía sólo unas horas de aquello.

No quise admitir en voz alta la pena en cierta parte de que aquello se fuera por el desagüe sin haberle podido dar más opciones al destino, mas que nada porque las oportunidades uno se las gana con algo más que falsos perdones. Tampoco admití demasiado alto que en parte me alegrara por aquel mismo hecho, porque todo eso me dio lo que tengo ahora después de tanto dolor.

Admitido o no, el hecho es que le vi.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Perder lo imperdible

Poema VII. Sobre la momentaneidad de los tiempos

Al silencio